miércoles, 16 de julio de 2008

La vergüenza del bufón

Ayer me dejaron este libro y comencé a leerlo por la mañana, me enganchó y por la noche ya lo había terminado. Trata de un hombre de origen noble, que por sucesos de la vida, se degrada a grado de bufón a manos de su peor amigo. En el libro se narran las aventuras de este personaje, con su ingenio para el lenguaje y sus habilidades. Pongo a continuación frases que me han parecido curiosas.



¡Y qué triste es esta reflexión!, en un mundo donde la Sabiduría a menudo pasa desapercibida, la Estupidez nunca es ignorada.

Una persecución es un asunto interesante, sea cual sea el punto de vista, y si bien el cazador goza de mayor seguridad, el cazado disfruta de mayor emoción.

Tiró de las riendas y ordenó parar, haciendo sentarse tétricamente a su caballo, como un hombre privado de inteligencia, lo cual equivale a hacerle el cumplido de suponer que alguna vez tuvo una inteligencia de la que ser privado.

A menudo he observado que hace falta un idiota para enseñar ciertas verdades elementales a los sabios de este mundo.

Es una preocupación que habríais tomado antes si Dios os hubiera concedido la inteligencia de un saltamontes.

Pero el Destino, ese gran humorista, ese bufón de los dioses, se deleita con los grandes contrastes, y practica el truco de exaltarnos con falsas esperanzas y señuelos vacíos en el momento anterior a provocar nuestra confusión.

(Al lector) Si sois una persona con cierta imaginación y no carente de simpatía humana, podréis imaginarlos; si no lo sois... entonces, mi relato no es para vos, y es más que probable que os hayáis cansado de él y lo hayáis dejado de lado mucho antes de llegar a esta página.

¡A qué delirios de grandeza nos lleva la vanidad! ¡Su Corte de Cesena! De la misma manera podríais describir una pocilga como un lecho de rosas.

Cuando hubo entendido las sutilezas, pues su inteligencia era de género tal que habría avergonzado a un ternero, rugió ante la idea, y, aparentemente puesto de mejor humor...


Cierta astucia sí poseía, a pesar de que siempre le había considerado el patán más lerdo que jamás haya llegado a tal grado de honor.


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